sábado, octubre 11, 2025
Vida social

Dignificar la vejez: pequeñas acciones que transforman la vida y la sociedad

Cuando hablamos de vejez, la sociedad suele quedarse atrapada en estereotipos: olvidos, fragilidad, dependencia o achaques inevitables.

Sin embargo, esta visión ignora que la vejez es un proceso natural, diverso y complejo, que merece respeto y dignidad. Reconocer la riqueza de esta etapa implica derribar mitos, visibilizar a las personas mayores y construir una cultura que valore su experiencia, sus conocimientos y su derecho a decidir sobre su vida. Como gerontóloga, he comprobado que pequeñas acciones pueden transformar no solo la vida de quienes envejecen, sino también la percepción que la sociedad tiene sobre esta etapa. Porque sí, aunque todos envejecemos, no todos tendremos la oportunidad de llegar a la vejez de manera digna y con calidad de vida.

Dignificar la vejez comienza con gestos cotidianos. Saludar a un adulto mayor con atención, escuchar sus historias aunque se repitan, reconocer su autonomía y pedir su opinión en decisiones familiares o comunitarias son actos simples que generan respeto y valoración. Ponte en su lugar: ¿a quién de nosotros nos gusta ser ignorados o rechazados? y sobre todo, de personas que significan demasiado en nuestra vida. La evidencia científica muestra que sentirse escuchado y respetado impacta directamente en la salud mental, el bienestar emocional y la calidad de vida de las personas mayores. Además, estos gestos tienen un efecto multiplicador: cuando las nuevas generaciones observan respeto y cuidado hacia quienes envejecen, aprenden a tratar la vejez con empatía y a derribar prejuicios sobre dependencia o inutilidad.

 

Sin embargo, dignificar la vejez no significa ignorar los desafíos que conlleva. Es fundamental hablar con honestidad sobre los riesgos y limitaciones que pueden surgir: pérdida de movilidad, enfermedades crónicas, cambios cognitivos y ajustes en la vida cotidiana. ¡Eso sí! Aquí se rompe un gran mito: la vejez no es sinónimo de enfermedad. Muchas alteraciones y condiciones de salud son consecuencia de hábitos, genética, creencias y costumbres a lo largo de la vida, sean buenas o malas. Reconocer estas realidades permite planificar, ofrecer apoyo y fomentar hábitos de autocuidado desde edades tempranas. La prevención y promoción de la salud —actividad física regular, alimentación balanceada, cuidado emocional, revisiones médicas periódicas— no es solo responsabilidad de la persona mayor, sino de toda la sociedad. Invertir en autocuidado a lo largo de la vida puede marcar la diferencia en la calidad y autonomía durante la vejez, y esto debería formar parte de las políticas públicas y la educación comunitaria.

 

Derribar viejismos también requiere cuestionar cómo los medios, la publicidad y la cultura popular representan a las personas mayores. La visión dominante muchas veces las muestra como cargadas de limitaciones o como meros receptores de cuidados, invisibilizando sus capacidades, creatividad y participación activa. Estudios recientes muestran que cuando los adultos mayores participan en actividades sociales, educativas y tecnológicas, mejoran su bienestar, reducen la sensación de soledad y fortalecen su autoestima. Además, estas acciones generan un impacto positivo en la comunidad: personas mayores activas contribuyen al tejido social, transmiten conocimiento y fomentan la solidaridad intergeneracional.

 

Otro aspecto crítico es la participación de la sociedad y la familia. Las decisiones sobre vivienda, movilidad urbana, transporte, acceso a tecnología y servicios de salud deben incluir la voz de quienes envejecen. La planificación urbana inclusiva, la educación para eliminar estigmas y el fortalecimiento de redes de apoyo son estrategias que permiten construir un entorno donde la vejez sea visible, respetada y valorada. Invertir en la dignidad de las personas mayores no es solo un acto de justicia social; es también una inversión en cohesión comunitaria, desarrollo sostenible y bienestar colectivo. Claro, sabemos que no todo depende de nosotros como ciudadanos y que algunas situaciones requieren cambios estructurales o políticas públicas, pero la concientización y el respeto en la sociedad pueden dar pasos significativos hacia un futuro mejor.


Finalmente, dignificar la vejez es un compromiso que atraviesa generaciones. No se trata de pintar la vejez de rosa ni de ignorar sus dificultades, sino de construir una cultura que valore a quienes envejecen, promueva su bienestar y reconozca sus aportes. Es un llamado a la acción para familias, comunidades y gobiernos: fomentar el autocuidado desde edades tempranas, derribar estereotipos y crear políticas públicas que protejan la autonomía y dignidad de las personas mayores. Porque invertir en la vejez no es un gasto; es un acto de respeto, previsión y humanidad que beneficia a toda la sociedad.

 

 

 

 

Elaborado por Jazmín Camacho | Gerontóloga